“Lo pensé, pero….”
Era toda la respuesta que 1
recibió de 2 en el celular ante su mensaje: “Date una escapada y ven a verme”.
Lo había dicho medio en broma, medio con ganas inmensas de volver a verlo,
traspasando el umbral de su puerta y recibirlo y hundirse otra vez en el olor
de su cuerpo….cosas que su imaginación fértil le hacían soñar.
“Siempre fue muy metódico” es lo
que pensó 1. Y era cierto. Tal vez por su formación de médico, o por la
educación que recibió de sus padres, quién sabe. Lo cierto es que 2 nunca daba
un paso sin antes haberlo pensado concienzudamente. No era dado a actos
espontáneos ni a lo que llamamos “locuras”. Se reservaba los “te quiero” y, de
hecho, nunca le dijo “te amo”, aunque 1 sabía (o quería creer) que así era. Sin
embargo, lo que a 2 le faltaba de expresividad en palabras, le sobraba en
actos. Había en su forma de abrazar a 1 una ternura, una urgencia no sólo de
poseer, sino también de proteger, aunadas a un sentimiento profundo que 2 nunca
se atrevió a sondear del todo, por temor a enfrentarse al hecho de que sí
estaba enamorado de él. Habían desarrollado una química tal, no sólo en lo
sexual, sino también en lo personal, que se sentían compenetrados a un nivel
especial. Los encuentros sexuales, valga decir, eran sísmicos. Se combinaban en
esos momentos el deseo del uno por el otro, la necesidad de darse y recibir
cariño y la incertidumbre de que cada uno de esos momentos fuese el último, por
lo que se esmeraban en gozarse mutuamente.
Ahora, separados tanto por la
distancia como por el tiempo y sus respectivos compromisos, no sabían si se
volvería a producir un encuentro. En el fondo, ambos lo querían. Pero sería
cuestión de que uno de los dos diera el primer paso. De todas formas, 1 sabía
que 2 siempre lo pensaría antes de atreverse a hacerlo…