viernes, 18 de junio de 2010

Confesión Primera: Orígenes.

...No se me quede viendo así, pastor, como quien se sorprendiera de escuchar algo nuevo. ¿A poco me va a decir que no sospechaba de mis preferencias? Sí, ya sé que se siente dolido porque me considera casi un miembro de su familia, y le agradezco la cercanía que ha tenido conmigo y con mis hermanos durante todos estos años. Y sí, me imagino que le sorprende escuchar esto de mí, dado que siempre he sido muy participativo en la iglesia y cosas así. Creo que, después de todo, tiene razón. No se me nota la putería, jaja. Aunque desde hace mucho tiempo sabía qué onda conmigo, era algo que me causaba conflicto. Ya sabe, las doctrinas de la iglesia están en contra de este modo de vivir. Pero ¿qué le puede hacer uno? ¿Oración? La hice, muchas veces. Primero deseando que Dios me quitara los "malos pensamientos", que me perdonara por concupiscente y cosas así. Ya después me afectaba menos. No sé si en verdad sea normal. No sé si sea una aberración. Lo que sé es que así soy yo y me siento a gusto con ello. ¿Novias?....¡ay, pastor! ¿Qué no se acuerda que era yo de los más novieros en la iglesia? (y si supiera que a su hija la pasé por las armas....)Pero siempre había algo, no sé, la sensación de que no era eso lo que yo quería. Y fue cuando empecé (uy!! y si supiera que fue con Mauricio, su hijo mayor, que por cierto es todo un semental...ejem ejem). De intercambios de miradas en los baños públicos, a manoseos en los campamentos y luego a trabajos orales (dados y recibidos), para terminar en revolcones fenomenales...con unos y con otros. ¿Que qué opinan mis papás? Obvio no lo aceptan!! Pusieron el grito en el cielo. Más mi mamá, que estaba terca y terca que me hiciera novio de la Tiffany, la hija de su mejor amiga que vive en Xalapa. Aunque claro, hace tiempo que anduve con ella. Sólo para demostrarle a mi mamá que sí podía. Y para demostrarme a mí mismo que también podía. Aunque claro, estaba con ella más por el interés de ligarme a Sergio, su hermano. Lo cual se dio, más temprano que tarde. ¡Y vaya que la pasábamos bien! Hasta el día que nos cachó su papá y casi que se nos para el corazón a ambos porque pensamos que nos iba a dar una madriza. Pero ¡qué va! Los dos estupefactos, y que el tipo se va abriendo la bragueta...no, pues bien dicen que a buen entendedor, pocas palabras. Y un acto entre tres, déjeme decirle, es muuuy entretenido.
Y así las cosas con mi vida, pastor. ¿Que si me arrepiento? ¿De qué? ¿O para qué? Lo que está hecho, bien o mal, se queda en el recuerdo. Sólo me queda seguir adelante. No sé si para bien o para mal, como usted vaticina, pero sí con congruencia y honestidad. Y a todo esto....¿por qué se le hizo un bulto en el pantalón, huh?

sábado, 12 de junio de 2010

Acontecimiento sabatino.

Sábado a mediodía. Afuera, la ciudad transcurre con la rutina de un fin de semana más. Adentro, el espejo de una habitación cualquiera de un lugar cualquiera refleja dos cuerpos. Dos personas, dos perfectos cabrones, dos mundos opuestos y con pocas similitudes que, sin embargo, han decidido en ese momento darse el todo por el todo. No son neófitos, cada uno sabe lo que hace con el otro. Con un largo camino recorrido en esto de las artes amatorias, cada quien pone de sí para no dejarse aventajar por el semejante. La temperatura se eleva, el sudor corre. Las manos suben y bajan, entran y salen, en una labor ardua y ansiosa de reconocimiento del terreno, de encontrar el punto exacto en el cual doblegar al otro y hacerlo pedir más. Los dedos se entrelazan, las manos estrujan, los brazos rodean, las lenguas se encuentran, exploran cada rincón buscando respuesta en forma de un suspiro, un quejido leve o un gemido profundo. Los labios se funden en un beso. Los besos se vuelven peregrinos. Recorriendo geografías corporales bajan por el torso, se entretienen en la curva de la espalda y hallan al fin destino entre las piernas del contrario. Los cuerpos se admiran, se desean, se dicen cosas al oído. A sabiendas de que hay condicionantes.

“Soy tuyo aquí y ahora” fue lo que Número 1 dijo desde un principio. Número 2 dijo aceptar los términos. En el fondo, muy a su pesar. Pero ¿para qué se hace el tonto? Ya sabía que a eso iba, y que de eso no pasaría. Así que ¿por qué esa sensación de tristeza? Número 2 está siendo muy ingenuo…y muy inmaduro. Al final, acepta la situación. Después de todo, si es “aquí y ahora” hay que hacer que valga la pena. Y Número 2 se esmera. Número 1 se abandona a las sensaciones que éste le provoca. Que son muchas. E intensas. Los movimientos se tornan más urgentes, menos controlados. La habitación se llena de murmullos, quejidos, suspiros, resuellos, gemidos. Las caderas van y vienen. Arriba, de lado, de frente, de rodillas, de espaldas. Ambos se entregan sin reservas. Los cuerpos se embisten, sus dueños se sorprenden mutuamente de lo que son capaces de hacer. Y entonces ocurre. Número 1 estalla en un orgasmo intenso, incluso espasmódico. Número 2 hace lo propio. Ambos se desploman, exhaustos. Pero satisfechos.

Número 1 tiene que irse. Hay alguien más que lo espera. Con quien comparte sus días y la mayor parte de las noches. Se viste casi de inmediato. Un breve abrazo de despedida y un hasta pronto. Y se va…..Número 2 se queda, en medio de una apacible tristeza, tonta nostalgia anticipada. Sonríe levemente para sí. Gira la cabeza hacia la almohada contigua, ahora vacía. Uno más…¿o es acaso uno menos?

Es muy probable que nunca vuelvan a verse. Al menos no en persona. Al menos no tan cercanamente. Sin embargo, cabe la ligera posibilidad (sí, muy ligera), de que cada quien se cruce por los pensamientos del otro. Aunque sea de forma fugaz. Y que ese sábado a mediodía en una habitación cualquiera de un lugar cualquiera sea recordado. Y que ese recuerdo trascienda lo momentáneo y lo intangible. Tal vez, sí. Sólo tal vez...