lunes, 26 de julio de 2010

¡Bendita debilidad!

“¿Estás solo en tu casa? Para ir….”

Mensaje breve. Cuya respuesta fue: “Te estoy esperando”. Habría podido añadir “con ansias”, o quizá “con impaciencia” o también….en fin ¿qué más daba? Alguien a quien no había visto en semanas enteras. De quien esperaba mucho, tal vez anticipándome demasiado a los hechos. Para, al final, darme cuenta que todo había sido producto tan sólo de una mente entusiasmada ante una respuesta que creía ver dadas las malas experiencias anteriores. En las que sólo buscaban el cuerpo. Nada más…Pero bueno, ¿para qué ponerse en plan de víctima? Si uno mismo es el que se busca situaciones como esas. Creo que, en el proceso de besar sapos, me intoxiqué con el veneno que les sale por la piel (eeeeeew).

Pues bien. Ya había contestado al mensaje. ¿Decisión equivocada? Tal vez. ¿Arrepentirse? Hum…. ¿Como para qué, oiga? Trataba de estar sereno. La respiración entrecortada me demostraba lo contrario. Había pasado más de un mes desde aquel par de encuentros…Trataba de leer algo en la laptop….Un cosquilleo en el estómago…¡Rayos! ¿Emoción por verlo de nuevo, acaso? Naaa, sigue leyendo, güey, fue lo que me dije. Traté de concentrarme…”el jaguar es el felino más grande del continente amer….” Y de súbito me vienen a la mente escenas. “Su distribución original abarcaba desde el sur de E.U. hasta el norte de….” Su cuerpo, moreno, velludo, robusto….desnudo…”En México era considerado deidad por las antiguas cul….” Ese primer beso, detonante de toda aquella tarde en la que tuvimos un tour sexual por toda la casa, desde el cuarto hasta terminar fornicando en la cocina con un calor arriba de los 35° C. “Se le considera el depredador por arriba de la cadena alimenticia….” Sus labios (uff!! Esos labios!!!) recorriéndome de arriba a abajo. Sus manos afianzadas en mi espalda. Mi lengua jugueteando en su pecho. Y sus gemidos de satisfacción. “Esta especie ha declinado en número debido a la cacería furtiva y…” ¡Rayos! Esto no está funcionando, pensé. Me levanté. Inquietud. ¿Habré hecho lo correcto al decirle que viniera? ¿Cuando ya me había hecho el propósito de no verlo ni hablarle? ¡Maldita debilidad! farfullé de dientes para afuera. Porque por dentro…la sensación era otra. Y le dí rienda suelta al recuerdo. Los cuerpos bañados en sudor. Sus movimientos. La destreza de cada uno en encontrar el punto exacto en el cual poner a aullar de placer al otro. Su aliento cálido en mi espalda (y en donde ésta termina). Sus embestidas. La sensación de tenerlo dentro. La expresión de su rostro al venirse al unísono conmigo y el desplomarse de su cuerpo exhausto encima del mío, mientras nos reíamos como mensos y terminábamos con un beso de “¡estuviste genial, cabrón!” para después jugar como niños corriendo por la habitación. Ese buscar mi mano y mantenerla tomada mientras íbamos en el asiento de atrás de un taxi. O el roce de mi mano en su entrepíerna, mientras cerraba los ojos, se mordía el labio inferior y trataba por todos los medios de que el chofer no se diera cuenta…

Ruido de llantas afuera de la casa. Tomé la llave del portón. Respiré hondo y me dirigí a abrir. De pie, frente a él, en plena calle. El sol cayendo a plomo. Un saludo informal. En público no se puede ser tan efusivo. ¿Quieres agua? Fue lo primero que atiné a preguntar. Pasamos a la cocina. Platicamos breve. Cómo nos había ido en todo este tiempo. Mi mano temblaba al pasarle el vaso con agua. Bebió. Me miró. Silencio. Una vez más, sus manos empezaron a rodearme. Y me dejé llevar. Las mías le correspondieron rodeando su cuello. Y me hundí en la profundidad de su cuerpo. Aspirando el olor de su perfume. Mientras sus brazos formaban un lazo cada vez más apretado alrededor de mi cintura. Te extrañé, fue lo que le dije al oído. Al tiempo que la voz se me quebraba y los ojos se me volvían dos cuencas acuosas. Su abrazo en respuesta ahora fue más apretado. Bendita debilidad, rectifiqué. ¿Qué más daba, un encuentro más? Ya habría tiempo de arrepentirse después. Pero lo que pasó esa mañana no ameritó en lo absoluto siquiera un dejo de arrepentimiento….

lunes, 19 de julio de 2010

Rommel y Yahel (o "Dos tipos de clavado")

Yucateco uno, tapatío el otro. ¿Qué más da la procedencia? Este par capta la atención de inmediato. Para algunos por sus habilidades deportivas. Para otros, por cualidades más mundanas.
Ya sea en los trampolines, con prendas minúsculas. O en éventos ajenos a competencias, con un poco más de trapitos cubriéndoles. A sus veintitantos, ambos han logrado despuntar en el ámbito deportivo nacional. Y aunque hayan competido en juegos olímpicos y se quedaran a mitad de camino, no importa. Digo, no cualquiera puede hacer lo que ellos hacen. Y es que, seamos francos, no cualquiera podría hacer semejantes acrobacias en el aire luciendo un speedo que amenaza con revelar ciertos "detalles" ante una lente indiscreta....
Por supuesto que nada de esto es producto de la casualidad. Disciplina y esfuerzo son la clave. Y se les agradece.
Aunque algunos tengan una ligera barriga chelera...
No importa, es una cosa por otra. A cada defecto, un talento en compensación.
(Suspiro)...Esas piernas!!!! (otro suspiro).

Estoy seguro que este par dará mucho de qué hablar. Es cuestión de que no se confíen. Por mi parte, no me quejo que sigan saliendo noticias de ambos. Siempre que sean buenas noticias.

miércoles, 14 de julio de 2010

Confesión segunda: ....Y todo es vanidad

Entras al gimnasio y ahí está. Frente a ti. El ejemplar más hermoso que hayas visto en tu vida. ¡Qué ojos! ¡Qué labios! Ese cabello que parece ondear en cámara lenta con el aire del ventilador sólo con el propósito de excitarte. Esos músculos marcados por debajo de la camiseta. Un par de pectorales bien definidos. Hombros redondeados. Biceps que invitan a tocarlos. Triceps firmes. Un abdomen que alcanza a definirse aun cuando la camiseta no está lo suficientemente ajustada. Y las piernas....mejor no hablemos de sus piernas. Ni del punto de confluencia de éstas con la espalda. Y ese aire de suficiencia propia. De quien se sabe bello. De quien se sabe cabrón. De quien se sabe deseado. Quién sabe cuántas veces ha sido protagonista de las más sucias fantasías de más de uno de los tipos que en el gym se congregan. Quién sabe cuántos sueños húmedos, cuántas puñetas, cuántos orgasmos han sido dedicados a él. Lo ves. Te mira en reciprocidad. Y en sus labios (uff!! esos labios!!) se dibuja una sonrisa. No leve. Muy evidente. Te consideras el más afortunado del mundo en ese momento...
Es entonces cuando decides que ya ha sido suficiente tiempo de estarte contemplando a ti mismo al espejo y que es hora de empezar tu rutina de hoy. Porque papi no se nace, se hace =P