miércoles, 29 de junio de 2011

Todos (alguna vez) hemos sido Leire.

Y en algún momento hemos tenido nuestro Kun personal. Aquel de quien el ruido de la ciudad nos trae su recuerdo y no sabemos bien por qué.

jueves, 23 de junio de 2011

Difícil, pero necesario.

-Ser prudente.
-Ser ecuánime.
-Ser amable con quien no lo es contigo.
-Dejar de decir "te amo" tantas veces....
-No así, dejar de sentirlo.
-Ser maduro.
-Ser racional, más que emocional.
-Perdonar.
-Olvidar.
-Ser íntegro.
-Simplemente, ser...

martes, 21 de junio de 2011

Las Malqueridas, Capítulo III

EL FOREVERALONE CLUB.
Suena el despertador con gran escándalo. Es la 1 de la tarde del domingo. Álvaro despertó de mala gana. Maldiciendo, extendió el brazo para apagar la alarma y su mano se topó con una nota dejada por su cita de la noche anterior. Aun atontado por el sueño, desdobló el papel y leyó trabajosamente:
"Gracias, como sea que te llames..."

Pffft, esa fue su única reacción ante el mensaje. Hizo bolita el papel y lo aventó al cesto de la basura que estaba del otro lado de la habitación. Como de costumbre, le falló la puntería. "Le dije claramente. Me llamo Á-L-V-A-R-O. Baboso....", después pensó que tanta combinación de bebidas ingeridas la noche anterior bien pudieron haber interferido gravemente con la sinapsis de las neuronas del sujeto. Y, encima de eso, dejarle esa nota tan....tan...tan de Madonna en el video de Bad Girl...."y con lo mal que me cae la vieja..." fue su conclusión.

Se desperezó, trató de recordar en qué parte de la habitación había caído cada pieza de su vestuario. "Aunque, según recuerdo, nos desvestimos por todo el depa..." pensó para sí. Descorrió las cortinas de la ventana que daba a la calle. Olvidó que estaba completamente desnudo, y que enfrente del departamento estaba saliendo la feligresía del culto de mediodía de una iglesia metodista.

"Total, a más de uno de esos se le va a hacer agua la boca con lo que hay aquí..." pensó con malicia. Se detuvo casi de inmediato de seguir pensando algo tal. Fue hacia el buró y cogió su celular. Ni un mensaje, ni una llamada perdida. Hacía un tiempo que su relación con "..." había terminado, después de, ejem, sólo un mes. Y al parecer "...." se había repuesto muy pronto de ese rompimiento (de hecho, fue "..." quien lo cortó) y ya se paseaba en el BMW de un mirrey queretano por todo Mazaryk.

"Que con su pan se lo coma", fue lo que pensó Álvaro. Estaba cansado de sentirse rechazado. De ser siempre el que buscara, el que hablara, el que fuera...el que rogara. Bueno, lo peor: el que pagara. "Soy guapo, me desvivo por el cuerpower, me ocupo por leer, trato de ser el mejor...¿qué chingados es lo que está mal, entonces?" se preguntaba, mientras en la banqueta de enfrente el baterista del grupo de la iglesia metodista tenía la mirada fija en el perfecto trasero de este güey (ya que Alvarito no se había tomado la molestia de cerrar las cortinas de nueva cuenta, y el amplio ventanal del departamento permitía la vista hasta muy dentro del mismo).

Caminó por el pasillo hasta la cocina. Moría de sed. De repente, sonó la alarma que anunciaba un mensaje. Una especie de emoción pueril le recorrió el cuerpo. "¿Y si es "..."?" pensó para sí. Muy equivocado. Era sólo un mensaje del sistema:
"Felicidades. Por recibir el unfollow # 69 en nuestra base de datos de Twitter, se ha hecho acreedor a descuentos y promociones especiales presentando su tarjeta ForeverAlone Club." Y venía la serie de establecimientos donde podía hacerse acreedor a descuentos y regalos especiales.

Oh sí, su tarjeta ForeverAlone Club le había sido de gran utilidad desde que la había tramitado y obtenido hacía dos años. Le otorgaba puntos por cada twitt sin reply, por ejemplo. O por cada comentario no recibido en su blog (el cual, por cierto, actualizaba con frecuencia). Le daba puntos adicionales si compraba nieve, galletas Oreo y rentaba chick-flicks en BlockBuster los fines de semana (recursos cliché de cualquier ForeverAlone que se precie de serlo). Vaya usted a saber cómo la base de datos del sistema llevaba el conteo de todas esas estadísticas, pero lo cierto es que, en poco tiempo, la tarjeta le había traído varios beneficios a Álvaro. Incluso lo mandó a un crucero por el Caribe por la mayor cantidad de comentarios de haters recibidos en su blog durante un mes. Olvidaba decir que Álvaro era una especie de figura pública en la blogósfera. Publicando sus ires y venires (sobre todo estos últimos) dentro del mundo gay, se había hecho popular entre cierto sector blogger, así como de una gran cantidad de gente que lo trolleaba y publicaba comentarios ofensivos a su persona. Por un tiempo había deshabilitado la función de comentarios, pero sepa cómo los comentarios ofensivos le llegaban a su cuenta de correo y hasta al celular. De sobra está decir que la base de datos de la tarjeta también tomaba en cuenta eso.

Adulado por muchos sentía, sin embargo, que nada lo llenaba. Muchas veces se preguntaba si el problema radicaba en él mismo, si es que acaso era muy exigente respecto a qué esperar de los demás, si en realidad le gustaba más estar solo. Y muchas cosas de ese tipo pasaban por su mente. En el fondo, seguía siendo aquel niño inseguro que se subía por las noches a la azotea de su casa en los meses más calurosos y se ponía a observar estrellas, a pesar de que el alumbrado público de su colonia opacaba el brillo de muchas de ellas. En una de esas ocasiones, ya mayor, se había prometido a sí mismo no permitir que alguien más lo lastimara, que tendría extremo cuidado de entregar el cuerpo, mas no el sentimiento. Y, aunque en ocasiones le funcionaba, también se cansaba de no sentir. Le pasó con Eduardo. Lo que en un inicio podría haber sido una sucesión de sesiones sexuales espectaculares, fue dando paso a sentimientos cada vez más profundos. Hasta el punto en que no se concebía a sí mismo sin él. Sin embargo, tuvo que alejarse. Eduardo tenía novio. Y de hacía muchos años. Se despidieron sin dramas, como dos buenos amigos y prometieron comunicarse a menudo. Aun a la fecha, esporádicamente sabían el uno del otro.

Y justo en él pensaba Álvaro ese domingo a la 1 de la tarde. Un nudo en la garganta fue el resultado de traerlo al pensamiento. Apretó los dientes, endureció el semblante y contuvo la lágrima que estaba a punto de brotar. Se bebió todo el cartón de jugo de arándano. Tomó una ducha y se dispuso a salir a comer. Moría de hambre.

Caminó hasta el restaurant thai que estaba a dos cuadras de su casa. Al llegar, la recepcionista le dio la bienvenida. "¿Mesa para cuántos, joven?"....preguntó ella, aun cuando él ya le había presentado la tarjeta de descuento. Ante la mirada fulminante de Álvaro por preguntar algo tan obvio, la chica se apenó y recitificó..."disculpe, en un momento le asignamos su mesa". Tomó asiento en una de las mesas con vista a la calle, como acostumbraba. Y de nuevo se quedó ensimismado, pensando en mil y un cosas. Le sirvieron la orden. El pad thai le encantaba. El sabor a tamarindo le hacía recordar aquel viaje con Edu....perdón, no hubo tal viaje. Fueron muchos los viajes que no hicieron, muchos los momentos no compartidos. De nueva cuenta, trató de poner la mente en blanco para no seguir recordándolo. Alguien que pasaba por su mesa dejó caer su billetera inadvertidamente. Álvaro se apresuró a alcanzar al tipo para devolvérsela. "¡¡Hey!! disculpa, dejaste caer tu billetera."

La reacción del interpelado fue primero de extrañeza y después de sorpresa. Una enorme sonrisa se le dibujó en el rostro. Y Álvaro no pudo dejar de notarlo. "Muchas gracias. Soy muy distraído con estas cosas. Por eso no me gusta usar billeteras".

Al pasarle la billetera, las manos de ambos se rozaron levemente. Álvaro la retiró rápidamente, un poco apenado. El chico volvió a sonreir. "¿Vienes a menudo a comer aquí?" fue su pregunta. Álvaro le contestó que sí, que era uno de sus lugares favoritos en la ciudad. "Sobre todo porque hacen válida la tarjeta de descuento" dijo, sonriendo con algo de sarcasmo. "Jaja, ¿tú también la tienes?", respondió el chico. "Sí, no sabes cuán útil puede llegar a ser..."

Después de un breve silencio en el que las miradas de ambos se cruzaron, se dijeron al fin las palabras mágicas. "Me llamo Antonio, mucho gusto", dijo aquel, sonriendo de nuevo. Álvaro sentía que a cada sonrisa del chico, su interés por él crecía más. "El gusto es mío, soy Álvaro" respondió éste, también con una enorme sonrisa en el rostro.

"Vamos, te acompaño a comer..."

Y en la base de datos de la tarjeta se registró un "BIG WIN".

domingo, 19 de junio de 2011

Año 1

Con tanta tendencia a tirarme al drama (el cual, por cierto, es "inter más pas") había olvidado que, hace un año, iniciaba con este blog alterno, dado que en el oficial publico cosas de otra índole. Aunque modesto, es mi espacio y me gusta porque puedo publicar lo que quiera. Además, gracias a los que lo siguen y comentan. Saben que eso es importante para mantener vivo cualquier blog. Así que ¡¡salud!! y que vengan muchos posts más =).

sábado, 18 de junio de 2011

jueves, 16 de junio de 2011

Nuzzolese

Primero Josh Kloss, ahora Richie Nuzzolese....no cabe duda que Katy Perry sabe elegir muy bien a los galanes para sus videos. Y no, Kanye West no cuenta como tal, jajajaja.

martes, 14 de junio de 2011

Campamentos.

Al haber formado parte de una iglesia, era común que me viese involucrado en las actividades que ésta organizaba. Entre ellas, los campamentos. Desde niño. Y lo disfrutaba mucho. Con la adolescencia, sin embargo, llegaron ciertos conflictos personales.... No sé si eso influyó en el hecho de haber desarrollado aun más el gusto por los hombres. Cosa que también me provocaba conflicto. Ya saben, que la Biblia dice que es pecado, que te vas a condenar, que esto, que el otro....

Los campamentos, en esa etapa, se volvieron una especie de placer culposo. Me gustaban las actividades. No me gustaba que siempre pasara desapercibido. O que mi hermana mayor siempre fuera más popular y consiguiera pretendientes guapos (los cuales, de paso, también me gustaban). Pero, por sobre todo, lo que más me preocupaba era: la hora de bañarse...
Entrar a la sección de regaderas era como ir a una tienda departamental. Las regaderas estaban separadas cada una por su correspondiente pared. Algunas divisiones tenían cortina. Otras no. Entrar ahí, a la hora en que había infinidad de pelados acicalándose, era como ir a ver las ofertas del super ("salchicha a granel, $5 la pieza!!"). Recuerdo que hacía de tripas corazón, pensando "que no se te pare, que no se te pare, cabrón". O cosas como "eso es pecado, no mires!!". El hecho de ver un cuerpo masculino desnudo, muchas veces muy presentable, húmedo, mientras se pasaba el jabón por uno u otro lado, a veces con más empeño del que exige un mero acto de limpieza me provocaba una gran cantidad de sentimientos encontrados.
No siempre el baño tocaba en regaderas. Si el evento era en algún sitio apartado, lo común es que usaran el río o arroyo más cercano para tal efecto. Recuerdo una ocasión en particular, en Pueblo Nuevo Solistahuacán, un lugar en Chiapas. Yo, 16-17 años. Había llegado un grupo de chavos de Villahermosa, entre ellos un veintecasitreaintaañero con un cuerpo de infarto. Ya era el último día del campamento y esa mañana iba a bañarme al arroyo. Mucho frío, y el agua que bajaba de la sierra estaba helada. El arroyo era poco profundo, así que había que echarse agua a jicarazos. Muchos que no tenían con qué echarse agua, de plano se acostaban sobre la corriente o se ponían en cuclillas. En fin, que voy ese día a bañarme. Y que llega un grupito de güeyes, entre ellos el del cuerpo de infarto. Otros dos o tres de ellos tampoco estaban de mal ver. Fingí demencia un buen rato. Es más, recuerdo haberme volteado con tal de no verlos. Sin embargo, la curiosidad mató al gato, dicen por ahí. Y como la mujer de Lot, que volteo a ver =O Y desde entonces, la imagen del tipo con cuerpo de infarto, desnudo, lleno de jabón, a la orilla de un arroyo de la sierra de Chiapas a las siete de la mañana se convirtió en el primer recuerdo homoerótico del cual tengo muuuuy grata memoria.

Un par de años después, ya en la universidad, estaba en un campamento de verano. De esos que duran una semana y donde siempre te están fregando conque tienes que conseguir a la pareja para la cena de clausura y blah blah blah. Ese día, llegamos antes de lo estipulado para el registro de asistentes. Y lo veo bajar de un autobús. Como si fuera un modelo de CK perdido en la sierra de Chiapas, con lentes oscuros, actitud muy "acá" y una camiseta sin mangas que resaltaba unos biceps bien definidos. De esos que, de tan guapos, te duele mirarlos. En el fondo pensé: "ojalá nos toque en la misma cabaña". Y, oh sorpresa, al iniciar el registro de asistentes, quedamos en la misma. Era de esperarse que el tipo se volviese de inmediato el popular. Y el que todas las mujeres querían que las invitase a la cena. Por si fuera poco, se ganó el mote de "el papaíto"....supongo que por obvias razones. Durante la semana que duró el campamento, acostumbraba hacer lagartijas. Como en cliché de mal relato gay, sin camisa y en bóxers =P Terminaba de hacer ejercicio y movía los pecs con el truco típico de los mamados. Ya saben, alternando uno y otro....En fin, que para entonces, sin ser los súper amigos, llevábamos una relación cordial. Una de esas noches, después de su sesión de ejercicio, del movimiento pechuguístico y de sus estiramientos yo, que entonces no hacía nada de ejercicio, le pregunté algo al respecto. No recuerdo específicamente cuál fue la pregunta. Pero recuerdo claramente la respuesta: tomó mi mano derecha, la llevó a su pecho y me dijo "siente..." Obviamente, haciendo referencia al efecto del ejercicio =P Jaja, aunque tal vez habría sido suficiente para tener un momento tipo "American Pie". Así que ese quedó registrado como "Momento Homoerótico #2 Pre-salida del clóset".

Esa noche, viendo a ese tipo durmiendo en la litera de abajo teniendo puesto nada más que los boxers, me empezó a quedar mucho más claro que era lo que buscaba y lo que quería. Me tomaría aun un poco de tiempo más llegar a la conclusión definitiva. Y algunas otras peripecias.

viernes, 10 de junio de 2011

Tu respuesta.

Cuando te pregunté qué te había hecho cambiar de opinión para que, así, de repente, me dijeras "te quiero" después de mucho tiempo en que demostrabas lo contrario, tu respuesta fue simplemente "Todo tú"....
Y creo que no necesité indagar más.

martes, 7 de junio de 2011

"El miércoles te llamo"

Yo estaba por cumplir los 18. Él ya tenía 21. Yo tenía inseguridad hasta de estar inseguro de mí mismo. Él, por el contrario, se me mostraba maduro, optimista, sabiendo lo que quería y hacía dónde se dirigía. Es obvio que me conquistó desde la primera cita. Teníamos un factor común: ambos habíamos aceptado más o menos por el mismo tiempo el hecho de que nuestras preferencias no eran las que la mayor parte de la gente ve con buenos ojos. De esa primera conversación surgieron muchas cosas que me llevaron a aceptar más adelante que, en efecto, me había enamorado. Y me había enamorado de un tipo. ¿Cuándo, en toda mi cristiana vida, me iba a pasar por la mente el fijarme sentimentalmente en alguien de mi propio sexo? ¡¡Santísima patrona de la caridad!! Pero bueno, resulta que me entusiasmé de más. Dejaba de ir a clases en mi facultad por ir a la facultad donde él estudiaba y me hacía el encontradizo con tal de saludarlo. A veces ni siquiera tenía el valor de decirle "hola". A veces sólo me conformaba con mirarlo de lejos. O con platicar con él por teléfono, aunque por los nervios no pudiera más que balbucear unas cuantas frases, sin estar a la altura de su ingenio y a pesar de las cantaletas de mi mamá de que si quién era, que por qué tardaba tanto hablando, que el cobro de la larga distancia, que si era yo joto o qué, que si esto, que si el otro.....En casa, las cosas no andaban bien. Mis papás peleaban constantemente. Por cuestiones económicas, el talón de Aquiles de muchos matrimonios. Sentía poco apego por mis hermanos. Creía que a nadie le podía confiar lo que me estaba pasando sin que de inmediato me juzgaran o condenaran. Me sentía solo, pues. Y el pensar en este susodicho se volvió como una especie de medio enajenante en el cual me abstraía cada vez que había una discusión en la casa.
En cierta ocasión salimos al centro en Villahermosa. Yo, como siempre, balbuceando tonterías. No sabía qué tema de conversación tomar con él. Vaya, que ahí valió madres todo lo que había leído desde niño, y el hecho de que conociera al derecho y al revés los nombres científicos de animales, o las capitales de los países, o quiénes fueron las víctimas de la defenestración de Praga. En serio que no podía hilar una conversación con él, de tan nervioso que me ponía. Hasta que le hice un comentario "Si yo te dijera que me gustas ¿qué me dirías?", lo cual, a todas luces, era un "me gustas mucho", aunque no hubiese sabido estructurar la oración =P.
Él simplemente rió (yo creo que de nervios también), movió su cabeza y me dijo "Si me conocieras como soy realmente, no te gustaría tanto. Además, el que va a sufrir eres tú"....lo cual traduje como un "no, deja de estar chingando"...Me sentí apenado, era la primera vez que intentaba declarármele a alguien y ¡sopas!, era también la primer negativa que recibía. Y si ya lo tenía fijo en la mente, desde aquel momento se convirtió en mi amor platónico...charolónico y bandejónico. Cosa que duraría 10 largos años.
Después de ese intento de declaratoria, nos vimos muy esporádicamente. De repente nos contactábamos por correo. A veces por teléfono. Muchas veces me recriminé a mi mismo la falta de valor para tomar el auricular y marcar el número de su casa, que ya me sabía de memoria. No fueron pocas las noches que no dormí. Hasta que un día, un domingo en la noche, si mal no recuerdo, recibí una llamada suya. Inesperada, emocionante. Con mi madre ahí cerca, no podía decirle "te he extrañado"...no, creo que mi madre no tiene nada que ver. Era más bien mi falta de valor. Entre ponernos al tanto de las novedades en la vida de uno y del otro, él dijo "el miércoles te llamo". Colgar, la emoción de recibir algo que te han prometido. La sonrisa de oreja a oreja antes de irme a dormir.
Creo que está de sobra decir que llegó el miércoles, que el teléfono sonó varias veces y que en cada una de ellas casi saltaba de la silla apurándome a contestar y esperando escuchar su voz. Creo que está de sobra decir que ese miércoles no llegó. Y que esperé por muchos miércoles más. Diez años después, lo veo en retrospectiva, y pienso que buena parte de todo ello tal vez fue drama inventado, aunque bien se dice que lo que vivimos en el pasado nos hace lo que somos en el presente. Con su permiso, tengo una llamada telefónica que hacer =P