martes, 14 de junio de 2011

Campamentos.

Al haber formado parte de una iglesia, era común que me viese involucrado en las actividades que ésta organizaba. Entre ellas, los campamentos. Desde niño. Y lo disfrutaba mucho. Con la adolescencia, sin embargo, llegaron ciertos conflictos personales.... No sé si eso influyó en el hecho de haber desarrollado aun más el gusto por los hombres. Cosa que también me provocaba conflicto. Ya saben, que la Biblia dice que es pecado, que te vas a condenar, que esto, que el otro....

Los campamentos, en esa etapa, se volvieron una especie de placer culposo. Me gustaban las actividades. No me gustaba que siempre pasara desapercibido. O que mi hermana mayor siempre fuera más popular y consiguiera pretendientes guapos (los cuales, de paso, también me gustaban). Pero, por sobre todo, lo que más me preocupaba era: la hora de bañarse...
Entrar a la sección de regaderas era como ir a una tienda departamental. Las regaderas estaban separadas cada una por su correspondiente pared. Algunas divisiones tenían cortina. Otras no. Entrar ahí, a la hora en que había infinidad de pelados acicalándose, era como ir a ver las ofertas del super ("salchicha a granel, $5 la pieza!!"). Recuerdo que hacía de tripas corazón, pensando "que no se te pare, que no se te pare, cabrón". O cosas como "eso es pecado, no mires!!". El hecho de ver un cuerpo masculino desnudo, muchas veces muy presentable, húmedo, mientras se pasaba el jabón por uno u otro lado, a veces con más empeño del que exige un mero acto de limpieza me provocaba una gran cantidad de sentimientos encontrados.
No siempre el baño tocaba en regaderas. Si el evento era en algún sitio apartado, lo común es que usaran el río o arroyo más cercano para tal efecto. Recuerdo una ocasión en particular, en Pueblo Nuevo Solistahuacán, un lugar en Chiapas. Yo, 16-17 años. Había llegado un grupo de chavos de Villahermosa, entre ellos un veintecasitreaintaañero con un cuerpo de infarto. Ya era el último día del campamento y esa mañana iba a bañarme al arroyo. Mucho frío, y el agua que bajaba de la sierra estaba helada. El arroyo era poco profundo, así que había que echarse agua a jicarazos. Muchos que no tenían con qué echarse agua, de plano se acostaban sobre la corriente o se ponían en cuclillas. En fin, que voy ese día a bañarme. Y que llega un grupito de güeyes, entre ellos el del cuerpo de infarto. Otros dos o tres de ellos tampoco estaban de mal ver. Fingí demencia un buen rato. Es más, recuerdo haberme volteado con tal de no verlos. Sin embargo, la curiosidad mató al gato, dicen por ahí. Y como la mujer de Lot, que volteo a ver =O Y desde entonces, la imagen del tipo con cuerpo de infarto, desnudo, lleno de jabón, a la orilla de un arroyo de la sierra de Chiapas a las siete de la mañana se convirtió en el primer recuerdo homoerótico del cual tengo muuuuy grata memoria.

Un par de años después, ya en la universidad, estaba en un campamento de verano. De esos que duran una semana y donde siempre te están fregando conque tienes que conseguir a la pareja para la cena de clausura y blah blah blah. Ese día, llegamos antes de lo estipulado para el registro de asistentes. Y lo veo bajar de un autobús. Como si fuera un modelo de CK perdido en la sierra de Chiapas, con lentes oscuros, actitud muy "acá" y una camiseta sin mangas que resaltaba unos biceps bien definidos. De esos que, de tan guapos, te duele mirarlos. En el fondo pensé: "ojalá nos toque en la misma cabaña". Y, oh sorpresa, al iniciar el registro de asistentes, quedamos en la misma. Era de esperarse que el tipo se volviese de inmediato el popular. Y el que todas las mujeres querían que las invitase a la cena. Por si fuera poco, se ganó el mote de "el papaíto"....supongo que por obvias razones. Durante la semana que duró el campamento, acostumbraba hacer lagartijas. Como en cliché de mal relato gay, sin camisa y en bóxers =P Terminaba de hacer ejercicio y movía los pecs con el truco típico de los mamados. Ya saben, alternando uno y otro....En fin, que para entonces, sin ser los súper amigos, llevábamos una relación cordial. Una de esas noches, después de su sesión de ejercicio, del movimiento pechuguístico y de sus estiramientos yo, que entonces no hacía nada de ejercicio, le pregunté algo al respecto. No recuerdo específicamente cuál fue la pregunta. Pero recuerdo claramente la respuesta: tomó mi mano derecha, la llevó a su pecho y me dijo "siente..." Obviamente, haciendo referencia al efecto del ejercicio =P Jaja, aunque tal vez habría sido suficiente para tener un momento tipo "American Pie". Así que ese quedó registrado como "Momento Homoerótico #2 Pre-salida del clóset".

Esa noche, viendo a ese tipo durmiendo en la litera de abajo teniendo puesto nada más que los boxers, me empezó a quedar mucho más claro que era lo que buscaba y lo que quería. Me tomaría aun un poco de tiempo más llegar a la conclusión definitiva. Y algunas otras peripecias.

2 comentarios:

AlexCerati dijo...

Híjole.... suenan bien esos campamentos. COmo nunca fui un niño religioso no me tocó. Pero como buen nerd anduve en viajes de estudios y allí tuve una extraña experiencia... toqué mi primer hombre en... salva sea la parte. Y dicha parte estaba en... salvo sea el estado.
Jijiji... Nomás me acuerdo y me da risa/pena/etc...

Noé dijo...

Un mega =O jejejeje