El amor es energía en constante flujo. Nosotros, más que recipientes, somos simples conductores de esa energía. Recibimos y damos en la proporción en que nuestro ser esté apto para hacerlo. A veces los receptores están dañados. Otras veces el problema está en los circuitos de salida. Sea como sea, es algo que jamás nos deja indiferentes. En algún momento nos llega, y en algún momento lo acumulamos de tal forma que viene entonces la necesidad de compartirlo con quien queremos, sin ver muchas veces quién realmente lo necesita. A veces hace corto circuito. Otras veces se interrumpe. Lo cierto es que, como energía que es, nunca se destruye ni sabemos si tiene un origen. Sólo se transforma.
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